lunes, 12 de octubre de 2009

El tamaño de las piedras



Me pregunto en qué momento de mi vida dejé que las cosas más insignificantes pudieran afectarme de tal manera que mi recuperación superara los límites establecidos entre locura y estupidez.
No, en realidad no me lo pregunto, puesto que lo sé, y lo sé tan bien que me da miedo mirar atrás.
Así mismo también me da miedo mirar hacia delante porque al no saber lo que me espera me aterra el hecho de pensar que puede tener semejanza con lo que ya he vivido y que no quiero revivir.
Dicho así es muy sencillo deducir que debería vivir el presente sin ser alterado por el pasado pero, ¿por qué me es tan imposible?

A veces me escucho llorar, a veces noto cómo mis lágrimas pasadas recorren mis mejillas y las toco y las vuelvo a tocar, pero mis ojos ya no pueden llover más. ¿Se ha secado el mar que tenía por dentro o esque hasta mis ojos han decidido qué vale la pena y qué no?
Me cuestiono muchas veces si algún día terminaré loca de remate o si simplemente saldré y lo haré victoriosa, con una banderita en mi mano derecha y mi corazón en la izquierda totalmente ileso. ¿Quién lo sabe? Me gustaría pensar que mi destino está escrito y así poder vagar durante el resto de mi vida sin un rumbo fijo porque al final de ella tendré lo que estaba elegido para mí. Si ahora se me pusiera en bandeja una carta que contuviera mi destino escrito dentro la leería; es más, me pasaría horas y horas leyéndola, porque sigo sin encontrar el camino por el que me toca andar.
Sea cual sea, mi camino va a estar repleto de piedras, pero me gustaría que fueran piedrecitas pequeñas.

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